
Esta novela norteamericana relata la experiencia de la familia Joad, campesinos de Oklahoma, quienes después de varias cosechas fallidas inician un viaje buscando un futuro mejor en California. Es un relato magistral y emotivo sobre cómo los productores de algodón terminaron viviendo en un país prestado, en una tierra que ya no les pertenecía y que habrían de ser expulsados por el modelo bancario, para ser una población flotante viajando por las carreteras norteamericanas.
Esta novela describe crudamente las experiencias de los desposeídos, de los migrantes que lo pierden todo y viajan para sobrevivir. Esta obra nos permitirá saborear la tierra seca y sentir los tractores contratados por los bancos destruyendo las casas de los ahora inquilinos que habían construido allí toda su historia familiar. Es la historia agraria del campesino que busca la paz y la felicidad de su familia y termina convertido en un migrante continuo, desarraigado.
La historia comienza con la llegada de Tom, uno de los hijos de la familia Joad, quien después de un indulto de prisión vuelve a reencontrarse con su familia. Para su sorpresa encuentra la propiedad destruida, junto con su casa y se entera que lo han perdido todo e iniciarán un viaje hacia California buscando retomar sus sueños.
“[…] nunca había visto que destruyesen mi casa… nunca había visto a mi familia vagando por los caminos… Jamás había tenido que venderlo todo […]”.
Es la historia de las personas honestas y trabajadoras que buscan en algún momento hallar felicidad y sosiego frente a sus necesidades, pero se encuentran, como la fábula del asno, moviéndose para alcanzar la zanahoria que nunca llega. Es en esta experiencia de la búsqueda, de la pérdida, del aprovechamiento abusivo de unos sobre otros, donde las personas están expuestas junto con sus sueños, a la vejación; donde la sociedad se fractura para el beneficio de unos pocos.
“[…]Bueno, quédese con todo y deme 5 dólares… Usted no solo compra desperdicios, está comprando vidas desechadas […]”.
John Steinbeck, autor de esta novela publicada en 1939, será un escritor marcado por experiencias similares, descritas incluso desde obras anteriores como, En lucha incierta (1933). Su crítica hacia la pobreza rural hizo que Las uvas de la ira fuera prohibida por algunos sectores conservadores desde su publicación hasta 1941.
En Colombia tendríamos obras de narrativas similares en novelas como Siervo sin tierra (Eduardo Caballero), Una mujer de 4 en conducta (Jaime Sanín) o Al pueblo nunca le toca (Álvaro Salom) e incluso en novelas históricas de un dramatismo impresionante como Lo que el cielo no perdona (Fidel Blandón) o Viento seco (Daniel Caicedo).
La familia Joad atravesará Estados Unidos en busca de un nuevo asidero para sus vidas, recorrerá la ruta 66 en un camión modificado que ha de ser su única propiedad para llegar a California. Sin embargo, el paraíso no resulta como lo esperaban, las condiciones que encuentran resultan ser inhumanas.
La familia Joad encuentra en el camino un hombre en estado de indigencia que regresa de California y quien les da la mala noticia, ha perdido a sus dos hijos durante la experiencia de trabajo y narra los abusos sufridos bajo la situación dominante.
En una parada para descansar y bañarse en el río Colorado los viajeros encuentran más personas que regresan de California que ratifican la versión del vagabundo, pero además les advierten que hay tanta gente buscando trabajo en California que los lugareños han comenzado a odiar a los forasteros a quienes llaman despectivamente Okies, por venir de Oklahoma. A la llegada al sitio, los miles de migrantes encuentran condiciones miserables en las plantaciones que se consolidan con abuso policial llevándolos en ocasiones a condiciones cercanas a la muerte por inanición.
La obra de Steinbeck también nos permite vivir la decepción vista desde la fe de un pastor que termina muerto a tiros por la policía, la indignación de un ex reo, así como la madurez para enfrentar la adversidad y la pobreza. La articulación entre los bancos y la policía para atacar a los migrantes que llegan a California hace evidente el esquema de explotación que se ha instrumentado desde el sector financiero, presionando incluso a los propietarios de las grandes plantaciones.
La policía será el mecanismo que a partir de golpizas y disparos someta a los trabajadores para que acepten las miserables condiciones ofrecidas para los recolectores de durazno. Es en este trasegar de los desposeídos en que en los corazones de los humildes van creciendo los frutos de la ira hasta que son tan pesados que están listos para su cosecha.
“[…]cada uno de nosotros es un tambor mayor, que dirige un desfile de dolores, que marcha con nuestra amargura. Y algún día… los ejércitos de amarguras irán todos por el mismo camino. Y todos marcharán juntos, y a su vista, el mundo temblará de terror”.

Por: Jorge Aguilera
Periodista bogotano, PhD en gestión estratégica de comunicaciones, se desempeña como consultor en gestión de crisis.