7. Un mundo feliz – #Las20delXX

¿Y si despertáramos en un mundo donde ya no tuviéramos que pensar en el futuro, si nuestros sueños se van a cumplir o no, ni tampoco si existe la po­sibilidad de crecer y evolucionar? ¿Se­ría esta una vida más fácil y sencilla de llevar sino más vacía, banal y triste?

Seres creados con un propósito y modificados genéticamen­te para soportar el rigor de la temperatura y de tareas difíci­les, sin miedo a la muerte unos, dotados de una inteligencia superior los otros y tantos más diseñados para ejecutar tra­bajos de oficina. Pero todos ellos con algo en común, el he­cho de estar despojados de la posibilidad de desear, pensar, leer y vivir libremente. Arrojados a una sociedad que condena el cambio y los ve como una amenaza al orden establecido, donde querer ser mejor no solo es motivo de exclusión social por alcanzar el éxito sino de expulsión de esta cuando ya no tienes remedio.

Donde los colores no son más que categorías distintivas que te definen de acuerdo con las tareas para las que naciste y te sientes feliz además por realizarlas; donde engendrar está prohibido y si quieres tener hijos, debes comprarlos; donde existen píldoras mágicas para combatir la tristeza, la soledad, la vejez y hasta el sobrepeso. Porque el miedo a la transfor­mación es tan grande, que no solo el cambio intelectual está condenado, sino también el físico, en resumen, una vida más simple exenta de preocupaciones en el futuro, sin necesidad ya de pensar.

En 1932, Aldous Huxley nos presenta su novela “distópica”: Un mundo feliz, cuyo relato es la entrega de una sociedad adelantada a su tiempo, una en el cual podríamos estar vi­viendo ahora en este preciso momento. Aquí y en este pun­to, dos sociedades se contraponen: una que restringe la libertad de pensamiento y usa la ciencia como mecanismo más eficiente para satisfacer las necesidades de la especie humana en ausencia de la búsqueda libre del ser como in­dividuo; y otra donde está permitido querer y ser libre, pero donde las posibilidades son pocas y se vive en un mundo de escasez. Al final, ninguna de las sociedades en que la gente habita, les hace ser felices en realidad, ya que unos viven una felicidad inducida químicamente y los otros en la constante búsqueda de esta.

Un mundo feliz sin final feliz, que nos pone a reflexionar sobre hasta donde la ciencia puede llegar, estando al servicio de los intereses mezquinos del poder. Y que nos hará cuestio­nar sobre la idea de una vida simple, sin tener que tomar decisiones trascendentales, ni pensar en el futuro y la carga psicológica y emocional que esto conlleva, en la que es posi­ble vivir tranquilamente haciendo aquello para lo que fuimos creados, en contraposición a una sociedad de libre albedrío, pero donde las probabilidades de lograr lo que queremos no son tantas como quisiéramos, preocupados por el mañana y donde lo único que sostiene nuestra vida y le produce un poco de felicidad real es la posibilidad de leer.

En este libro dos hombres tratarán de responder estas pre­guntas, resistiéndose a lo que hay y tiene la sociedad decre­tado para ellos, y por lo que deberán pagar el precio de soñar con un mundo distinto. Luego ¿Es la felicidad un fin último, un objetivo, o algo más? ¿O tal vez solo sea la forma en que se vive la vida?

Por: Katherine Bauer

 Ingeniera quí­mica, investigadora, viajera frecuente de multiversos.

“Agradecida con el plan lector con el que tanto peleaba en el colegio, y me invitaba a la lectura, el cual fue creciendo más que un hábito, como un gusto. Porque leer te permite viajar, te permite vivir más de una vida y un lugar al mismo tiempo”.

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