Por: Rodolfo García L.
Profesional en Estudios Literarios Universidad Nacional de Colombia
Todo Tiempo es el paso de una palabra a un silencio, de un silencio a una palabra y en esa semiosis ilimitada se destrozan signos, nacen otros, se cuestionan en una locura epistemológica los restantes, todos éstos que una mirada poeta ve desde adentro mismo o desde un lado muy cercano a la escena. Las sensaciones de quien escribe, son definibles, o sólo son un reflujo de circunstancias. Lauren Mendinueta Gámez se responde con las dos posibilidades en su obra Del Tiempo, Un paso, con su escritura hace que nada se quede quieto, ni el tiempo desde donde ella navega ni las palabras que buscan enunciar la memoria recordada.
La Felicidad
La felicidad, como tantas otras cosas,
depende de los reflujos de la mente.
Pero ese vaivén de la memoria lo gobierna el azar,
y por fatalidad he vivido dando rodeos
acercándome quizás, sin alcanzar lo memorable,
una y otra vez cayendo en lo peor de lo vivido.
¿Acaso la felicidad está en lo más próximo,
en lo que no es memoria sino llana realidad?
Si es así no hay esperanza
pues para llegar a lo más cercano
hay que transitar por el camino más largo,
que dicho sea de paso, es el más difícil.
La felicidad, como un legítimo tesoro,
espera en el fondo
de los ríos más caudalosos de la memoria.
Sólo en esos acuosos mantos existe con pureza.
Aunque en tierras cotidianas contemos con réplicas exactas
dispuestas en vitrinas a precios caprichosos.
Si alguno codicia las auténticas joyas
tiene que sumergirse en innumerables aguas,
sortear atroces peligros, arriesgarse.
Pero que entienda de antemano
que los tesoros verdaderos no son hallazgos de la voluntad.
Yo prefiero abandonarme al azar,
tal vez un día aparezca ahogada en buenas aguas.
Todo ejercicio poético es un ejercicio crítico, es una reflexión que dejamos al azar como dice el poema, para poner en riesgo todas las fronteras, definiciones, límites conceptuales y significantes de eso que se llama realidad y también es discutible, ésta afuera. El asombro, que mantiene las almas dentro de una realidad cotidiana parece tan débil, que el diagnóstico sería un apocalíptico futuro, pero la poeta tiene que resarcir la complejidad de lo fragmentado de la vida en una elementalidad estructurada de vigas invisibles, fuertes y macizas, por donde se deslice un lector.
Pandora
«Esperanza» es la cosa con plumas –
que se posa en el alma –
canta una melodía sin palabras –
y nunca se detiene – para nada –
Emily Dickinson
Hoy que todo parece escaso,
y los motivos para seguir se elevan
como una nube de moscas,
me siento a la mesa junto al papel,
los lápices,
las tijeras,
el ordenador.
Y las manos,
flores recién cortadas,
altivas en un jarrón,
son incapaces de no decorar,
sólo decorar pueden,
qué más que decorar.
En el paso hacia lo irremediable
el lodo de mis errores me sepulta.
Sé que hasta el color resiste rebelde bajo tierra,
pero no la luz.
¿Y si ahora mismo
después de cavar el foso
me clavo las tijeras?
Me atrae este rayo de luz
que resbala seductor sobre el filo de sus hojas.
En la mesa
el papel, los lápices, el ordenador,
y un poema que antes no existía.
Toda escritura rehace los sentidos de quien escribe, esos que no se conocerán afuera y es suficiente, toda presunción lectora es una amenaza por tanto, pero es grato ver en los rodeos de quien sabe observar, Lauren, edifica la costumbre del asombro, del rescate de “algo” que en su inmensidad no podemos enclaustrar en unas cuantas palabras, a lo sumo, seguir su latido.